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acuerdos, catalanes, Cataluña, diálogo, economía, España, españoles, Independencia, negociación, secesión
Uno de los momentos que en economía y empresa más me seducen, es una negociación. Ya sea para un intercambio, para una colaboración o para una ruptura, negociar es imprescindible para conseguir parte o todas tus aspiraciones, acordar términos en los que se consiguen esas aspiraciones, y por qué no, mantener una buena relación con la contra-parte una vez finalizada la negociación. Hay veces que mantener una buena relación con la contra-parte tras el acuerdo no es necesario, pero la mayoría de las veces es fundamental para seguir llegando a acuerdos, o mantener una relación fructífera en el futuro.
Siempre me han interesado los cursos y las ponencias sobre negociaciones, ya que lo primero que se aprende es a desmitificar la “negociación”. No es un arte. Tampoco es una ciencia exacta. Es un ejercicio que en el que se puede mejorar el rendimiento si se estructura bien, se prepara correctamente, y se practica previamente con un análisis de escenarios posibles.
En las últimas semanas de estupidez política (ya cansa), los políticos que opinan y relatan sobre la relación Cataluña-España han seguido en su papel conocido. Los unionistas con la negación del problema, exagerando los costes de la independencia y despreciando los argumentos de la contra-parte. Y los independentistas, minimizando los costes de transición, exagerando los beneficios de la misma, y apelando a que querer votar es moralmente más elevado que negar el voto. Quizá en este último extremo esté muy de acuerdo, ya que temer a la población es de persona pequeña, pequeña.
Mi gran preocupación es cómo se crea un nuevo estado a partir de una parte secesionada de uno ya existente. Al Igual que Inglaterra en el informe sobre et tema escocés del Gobierno de Su Majestad Isabel II, España sin Cataluña seguiría siendo España, y seguiría estando representada igual en todos los organismos internacionales, Cataluña debería crear casi todo de nuevo, o al menos, montarlo encima de estructuras parecidas ya existentes. La sanidad n sería ningún problema, al igual que la educación, que ya existen y podrían funcionar como ministerios. Pero la hacienda pública requeriría de un periodo organizado de transición, al igual que las pensiones o la defensa del territorio. Así pues, en una eventual secesión de Cataluña, habría que negociar muchos aspectos.
¿Y cómo se negocia esto?
Esto no es la compraventa de un coche usado, en que lo que gana uno lo pierde otro, pese a que mucha gente a ambos lados del Ebro lo vea de esta manera. Tampoco es la contratación de Neymar en la que se negocia una relación de continuidad. Quizá lo que más se asemeja a esta negociación sería un divorcio con hijos, en el que el proceso debería ser calmado, y la relación futura del ex matrimonio mínimamente fluida, todo para que los hijos no sufran. Evidentemente, en este ejemplo, los “hijos” son los ciudadanos tanto catalanes como españoles.
Para que a los que les toque negociar, porqué llegará un día que se deberá negociar, les dejo un vídeo de la Profesora Margaret Neale, directora del programa de negociaciones para ejecutivos de la Stanford Graduate School of Business. http://www.gsb.stanford.edu/users/maneale