En los últimos 6 años se ha generalizado una corriente negativa en contra de la especulación. Seguramente el 99% de la gente que se declara en contra de la especulación no sabe exactamente que es ni cómo se comporta, pero como casi todo en la vida, estar en la corriente mayoritaria te exonera de explicar las razones de dicha postura. Es muy práctico ir donde van todos, y no solo en este tema…
Para empezar a provocar, pongamos una hipótesis…
Conducir un coche hoy en día es bastante seguro. Cinturón de seguridad, zonas de absorción de choques, airbag, buenas suspensiones, etc… Toda esta seguridad nos da una sensación (cierta) de que si chocamos a velocidad moderada, existen altas probabilidades de que todo quede en un susto. Lo mismo pasa en las empresas o los gobiernos. Si hay un organismo superior que va a darme dinero, una regulación que evite que los especuladores se ceben en mi miseria o países amigos que me rescaten, quizá tome algún riesgo más de lo debido. En cambio, volviendo al ejemplo del coche, una manera de reducir los accidentes podría ser insertar un puñal de doble hoja en cada volante de coche, apuntando directamente a la nariz. ¿Correría la gente tanto como con el airbag? ¿Y los gobernantes cometerían tantas estupideces?
En este sentido, y salvando muchas diferencias, la mala imagen de la especulación debería empezar a transformarse en un manera de controlar a nuestros gobernantes y a los directivos de las empresas que más afectan a nuestras vidas. Pese a la opinión de que parte de la especulación trabaja en un entorno escasamente regulado, yo me pregunto qué regulación nos protege de la estupidez económica de nuestros gobernantes. Las reglas y las leyes han permitido que José Montilla Aguilera fuera President de la Generalitat, dejando 90.000 empleados públicos más sin incremento competencial, y una deuda de 26.000 millones más de lo que recibió. Otros ejemplos son el plan E de Zapatero, la amnistía de Montoro o los AVE de González y Aznar. De alguna manera, los mercados con su imagen de malignos y carroñeros, han propiciado que los gobernantes despilfarradores hayan puesto fin a sus caros delirios.
Pero todo esto es solo para que dejen de malgastar. El problema es que la factura la pagamos los contribuyentes y los afectados por los recortes. Traemos al presente ahorro del futuro, y eso afecta al futuro de personas y países.
Nos quejamos de las autovías sin coches, los AVE sin pasajeros, los aeropuertos sin aviones, los pabellones de 6.000 localidades en pueblos de 5.000 habitantes, los museos diseñados por arquitectos famosos o las urbanizaciones fantasma, pero nadie se para a pensar que si los mercados no hubieran apretado el botón de dejar de poner dinero en España, todos esos delirios de nuevo-rico seguirían. Alguien dirá que así la economía seguiría creciendo. Efectivamente. Pero una cosa que la ni prensa ni algunos políticos de la economía no han dicho, es que hay maneras y maneras de crecer. Nosotros podemos engañarnos toda la vida (la historia de España es así), pero los que nos dejan el dinero para hacer nuestras estupideces se dan cuenta que crecer así es un timo. Quizá habrá que agradecer a “los mercados”, que hayan decidido apagarnos la música.
Hugh Hendry, gestor del fondo Eclectica, siempre dice que él especula contra los estúpidos. Dice que cuando encuentras un idiota con responsabilidades públicas, has de buscar el instrumento financiero que te permita apostar en contra de sus decisiones. Dice que es una buena manera de ganar mucho dinero, ya que si algo es infinito es la estupidez. Aunque nunca lo había pensado de esta manera, puestos a que las decisiones de los idiotas acaben incrementando nuestros impuestos, como mínimo, intentemos ganar dinero mientras se perpetra la estupidez.