Parece increíble, pero todas las crisis financieras siguen un guion muy parecido. Lo más curioso es que aunque hay diferencias en la naturaleza de los componentes de las crisis, pero el patrón es casi siempre el mismo. En este punto, subyace la pregunta de por qué no aprendemos y evitamos que ocurran. Pues bien, pondré un ejemplo: la gente corriente piensa que la burbuja de las punto.com fue causada por la incapacidad de valorar unos activos que por su novedad (Internet) creaban una atracción irracional en los inversores. Lo que la gente no valora es que lo que causó la crisis es el exceso de dinero, y que cuando ocurrió este exceso, los inversores buscaron inversiones con más riesgo. ¿Por qué? Pues porqué hay un sesgo psicológico de los inversores, bastante estudiado (mental accounting), que hace que uno tenga más compromiso con el dinero que le ha costado ganar, o posee, que con el ganado fácilmente o le han prestado. Así pues, el dinero fácil nos lleva a tomar decisiones más “a la ligera”.

La expansión monetaria, es decir, la cantidad de dinero en circulación, está en el origen de toda crisis financiera. De hecho, en el desarrollo de las crisis, las burbujas especulativas se suelen pinchar cuando la cantidad de dinero se reduce, o deja de crecer al ritmo que necesita la burbuja para seguir hinchándose.

Los eventos que suelen conducir a una crisis empiezan con algún factor, normalmente exógeno al sistema, que desplaza el sistema económico. Varía en cada crisis, pero puede ser el principio o fin de una guerra, una cosecha excesiva o fatal, una nueva tecnología de uso creciente (ferrocarril, canales, automóvil, internet), una conversión monetaria hecha por decreto que afecta a precio del dinero (fin patrón oro), o un cambio brusco en la política monetaria de un banco central (bajad tipos interés post 11S).

Seguidamente, los actores económicos (particulares, empresas y bancos) reaccionan para sacar provecho de los cambios. Lo que sucede es que la economía individual de los particulares, empresas y bancos, se basa en las expectativas futuras de sus flujos económicos. Es decir, cuanto van a ganar, cuanto van a vender más o cuanto van a poder prestar de más sin aumentar el riesgo. Ante una oportunidad, los agentes económicos siempre intentarán aprovecharse en su propio beneficio. Los particulares intentaran adquirir o utilizar la nueva tecnología. Las empresas intentarán aprovechar los cambios para vender más, ya sea por poder llevar sus productos más lejos (ferrocarril), o por poder participar de la producción de los nuevos avances. Pero para que todo ello ocurra, se necesita más dinero, y aquí es donde aparecen los bancos prestando el dinero para toda esta ola de optimismo. Hasta aquí, todo bastante lógico, ya que este ejemplo está basado en la producción de bienes y en su consumo. Pero no siempre ha habido industria tal como la conocemos, y los actores económicos no solamente invierten o gastan en virtud de la utilidad de las cosas. Los actores económicos también especulan.

Seamos claros: la especulación no es mala. No confundamos especulación con avaricia (Gordon Gekko en Wall Street). De hecho, sin la especulación no habría emprendedores, ni habría financiación (capital y crédito) para los negocios. En algún momento de la cadena; en algún punto del sistema; alguien apuesta a que el preció de un bien o de un activo va a cambiar, y que se va a generar un beneficio proveniente de dicho cambio de precio. Ya sea a la hora de vender un préstamo o de comprar acciones de una empresa en una ampliación de capital o salida a bolsa. No todo el capital está para cobrar dividendos, sino que hay una parte importante que está para que su inversión aumente de valor.

El problema es cuando se juntan los estos tres factores:

  1. Factor de desplazamiento del sistema
  2. Incremento de la cantidad de dinero
  3. Especulación

Todo ello permite obsesionarse con un activo (acciones de una punto.com o de la South Sea Company, apartamentos en la costa), y pedir dinero prestado al banco para: a) comprar, b)esperar , c) para luego vender.

Con este modelo se puede ganar dinero, siempre que se haga en las fases iniciales de la burbuja. Lo que pasa sucesivamente es que la gente copia lo que ve, si lo que ve es beneficioso. Uno va al gimnasio y oye una conversación en el vestuario sobre el dinero que se está ganando en bolsa o con pisos. Aquí es cuando empiezan los mecanismos mentales de la envidia y de querer participar de la fiesta (muy natural). El problema es que las ganas de participar de los beneficios nos impiden analizar con calma la inversión, y es cuando salen una serie se sesgos psicológicos que nos hacen comprar a precios muy altos. Lo más normal es que nos ataque el “sesgo de confirmación”, que nos hace solamente prestar atención a la información que confirma nuestra decisión. Por lo tanto, la decisión está tomada en el vestuario del gimnasio, por mucho que busquemos informes que apoyen dicha decisión.

El summum del despropósito es cuando para hacer dicha inversión, pedimos dinero prestado. Lamentablemente, en una burbuja, no solamente el amigo del gimnasio pide prestado dinero, sino que el sistema entero se endeuda en vista de preceptivas futuras favorables. Para ello, los bancos deben prestar dinero y ello lo consiguen gracias a que cuando hay mucha demanda de dinero, las autoridades monetarias acomodan la cantidad de dinero en circulación para favorecer la economía.

Por ejemplo, en España, desde la entrada en la CEE y la convergencia hacia el Euro, las familias y las empresas privadas han aumentado su endeudamiento del 65% del PIB en 1994 hasta casi el 200% en 2011. Han comprado casas, coches, relojes, televisores de alta definición, viajes, etc… y en algún momento han invertido en, por ejemplo, Terra Networks.

Pero como todo lo bonito suele acabar, hay un punto en que el dinero deja de fluir. Históricamente era porque al no imprimirse dinero, llegaba un punto en que el crecimiento no se podía seguir financiando. Desde la instauración de los sistemas de bancos centrales, son éstos los que para evitar la inflación, elevan los tipos de interés. La intención es enfriar la economía, pero cuando el sistema ha creado una burbuja financiada con deuda, es muy difícil quitar dinero sin que se produzca una desinversión y un des-apalancamiento caótico y desorganizado. Aquí actúa otro sesgo psicológico; aquel que hace que el dolor de la pérdida sea más intenso que el placer de la ganancia. Es entonces cunado se producen los movimientos bruscos en el precio de los activos. La gente, al haber variado su optimismo a pesimismo, ha de vender para no incurrir en mayores pérdidas a causa de su endeudamiento. A esto, la prensa le llama pánico.

Recapitulemos: las crisis necesitan un elemento exógeno que cambie la perspectiva de la gente, hacia más favorable. Necesitan un incremento de la cantidad de dinero para favorecer que la gente se intente beneficiar del factor exógeno. Necesita de seres humanos que no soporten el beneficio de los demás, que quieran participar de la fiesta y que compren a cualquier precio. Y finalmente, necesita que alguien o algo hagan que el dinero deje de fluir, para que otra vez los seres humanos, cambien su perspectiva hacia peor y vendan a cualquier precio.

Una vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez……hasta el Día de Juicio Final, por la tarde.